2 de diciembre de 2012

Valor de Ley, de Charles Portis

He escuchado ya bastantes historias de herencias de libros, de compañeros de curso, conocidos, y camaradas en la web. Un punto que suele repetirse, es que muchas mujeres comentan cómo sus madres les mostraron Mujercitas, de Louisa May Alcott, durante su infancia y que ello influenció sus gustos literarios posteriores. Bueno, yo jamás recibí Mujercitas, ni libro alguno que se le pareciera, pero en vez de eso veía a mi mamá leer a Dostoyevski y ver películas de Tarantino.

La razón por la que cuento eso es porque, creo, que mi madre no leyese novelas así me influyó mucho. Mi padre es cuento aparte, porque era natural que él me mostrara ciencia ficción, westerns y motocicletas. Así pues, yo soñaba con ser detective, como Sherlock Holmes; con vivir una aventura terrorífica, como en una historia de Edgar Allan Poe; con cazar replicantes como Rick Deckard, y con vivir en el Lejano Oeste. 

No, yo nunca soñé con nada que no tuviese escrito testosterona con mayúsculas, a menos que fuera algo simbólico, reflexivo, o infantil. Ahora que soy mayor y congenio en mayor medida con gente de mi propio género, puedo sentarme en un sillón y leer a Jane Austen con las mismas ganas y la misma alegría. Pero en mi infancia, cuando mi mente abandonaba el mundo real y volaba a tiempos distantes, no imaginaba mi vida ideal como la damisela, sino como el forajido asalta bancos o el implacable comisario que lo persigue.

Sin saber por dónde buscar, tardé mucho en encontrar un western que leer. Pero lo ayuda cayó del cielo en la forma de True Grit, una película de los hermanos Coen que adaptaba una novela clásica del Oeste. Demás está decir que, sexagenario y todo, me enamoré de Jeff Bridges en tres segundos. Cualquiera que haga el papel de un tipo rudo entra en mi lista de favoritos. 

Fue una suerte que fueran los Coen los encargados de esta nueva adaptación – existe una de 1969 protagonizada por el legendario John Wayne – puesto que son conocidos, y como la película llegó aquí, el libro también lo hizo. Así pues, tenía algo que leer y hace unos meses, escuchando música de Ennio Morricone en el computador, me levanté y dije: quiero ese libro. Unos días después ya lo tenía en mis manos, y tras terminar algunos pendientes, entré de lleno a esa época que tanto me ha cautivado durante toda mi vida.

Sinopsis
Dicen que no se puede saber qué anida en el corazón de un hombre. En un viaje para comprar caballos, Frank Ross es asesinado por uno de sus trabajadores por una montura, ciento cincuenta dólares y dos piezas de oro. Con catorce años, Mattie, la hija de Ross, está dispuesta a vengar una muerte que ha quedado impune y a reclamar el cuerpo de su padre. Recurrirá al comisario más implacable y cruel de Arkansas, el Tuerto Rooster Cogburn. Se adentrará en el territorio indio si es necesario. Luchará contra cualquier forajido. Porque Mattie quiere demostrar que el suyo es un corazón noble. Y que su valor es de ley.

Opinión Personal
Mis expectativas eran tan altas como un rascacielos, y aunque lo compré más segura que nunca, comencé a leerlo asustada de que no fuese lo que esperaba. Sin embargo, mis dudas no tenían razón de ser, puesto que Valor de Ley era precisamente lo que estaba buscando.

Mattie Ross es una muchacha de catorce años que lleva una vida tranquila en Dardanelle, Arkansas, hasta que un hombre al que su padre acogió, Tom Chaney, lo asesina a sangre fría. Es entonces que viaja a Fort Smith a recuperar su cuerpo, para después enviarlo de vuelta a su hogar en tren y buscar un hombre con agallas para perseguir a Chaney al Territorio Indio y hacerlo pagar por sus crímenes. El hombre a quien Mattie recurre es Rooster Cogburn, el comisario más cruel e implacable. 

Otro hombre, un Texas Ranger llamado LeBoeuf, llega a Fort Smith buscando a Chaney por otro asesinato ocurrido meses antes, y decide unir fuerzas con Cogburn. Mattie, por otro lado, y pese a que ambos hombres son increíblemente testarudos, logra unírseles. Porque ella no solo es testaruda también, sino que además tiene coraje.

La venganza es un tema muy importante dentro de la novela. Lo que mueve a Mattie a dejar plantados a su madre, a sus hermanos, y a su abogado que planea ir a buscarla a Fort Smith es el puro deseo de vengarse de un miserable al que nadie se atrevió a enfrentar antes de que huyese.

La crueldad, el camino a la adultez y el valor indestructible son otros de los temas principales. No dejé de admirarme de las agallas de Mattie, que sin importar el terror que pueda sentir logra mantener la cabeza fría, y no sólo pararse sin miedo delante de criminales, sino que también delante de Cogburn y LeBoeuf. La relación entre ellos me pareció perfecta y con una gran cuota de humor, puesto que siento que los tres, incluso Mattie, son unos pelmazos con un corazón de oro.

El ritmo en sí es rápido, aunque por supuesto en comparación con la mitad de pura y frenética acción, la parte inicial que detalla el viaje a Fort Smith y cómo Mattie conoce al comisario y al texano puede parecer más lenta. Yo la disfruté igualmente, y me hizo mucha gracia cómo la muchacha no tenía pelos en la lengua para nada. El final es bastante agridulce y me saltaron las lágrimas a los ojos, pero igualmente quedé contentísima con la lectura.

Mi libro es exactamente igual al de la foto de arriba (hasta ahora ha sido así con cada reseña en que he podido encontrar la portada en internet), así que no pude evitar imaginármelos así. Cuando Rooster contaba sus peripecias de joven, yo me lo imaginaba como un Jeff Bridges joven sosteniendo las riendas con los dientes y lanzándose de frente a siete hombres, un revólver en cada mano, descargando una lluvia de disparos y haciéndoles retroceder. Imagino que a estas alturas habrán notado que Rooster es lejos uno de mis personajes más queridos en la vida, y lo admiro profundamente.

Por último, quiero destacar el gran, gran título que Mr. Portis ha elegido para su obra. True Grit. Me resulta un poco complejo traducirlo exactamente, pero sin duda el que más refleja la sensación del original es Temple de Acero, título que dieron a la película en Latinoamérica. La sensación de valor, resistencia, determinación y fuerza de voluntad.


Sobre el autor
Charles Portis nació el 28 de diciembre de 1933 en Arkansas, Estados Unidos, lugar donde se crió y aún vive. Escritor y periodista, es reconocido por sus novelas Norwood (1966) y el clásico western Valor de Ley (1968), siendo esta última considerada como una de las Grandes Novelas Americanas y que ha sido adaptada al cine en 1969, protagonizada por John Wayne, y en 2010, protagonizada por Jeff Bridges.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

Chica ruda ¿eh? ejeje... Bacán, a mí igual me gusta el lejano oeste, sobretodo las películas de Clint Eastwood (no sé si lo escribí bien), sobretodo "Por un puñado de dólares"... Qué loco que te guste esto; nada común, nada común.
Ah! y antes que se me olvide: estoy participando en el concurso navideño de un blog español, todo gracias a que lo vi un día que entré a tu blog (la entrada anterior). Si gano te aviso y te compro un libro, total yo quiero uno solo y me sobra plata de los 20 euros (si es que gano nomás... ajaja). Ya oh, no te entretengo más. Cuidate.

Ulises dijo...

Tengo pendiente la Trilogía del Dólar, pero tengo unas ganas enormes de verla pronto. Ahora que tengo tiempo libre podré ponerme al día. Eso sí, veré primero El dólar marcado, que me regalaron hace bastante y la tenía guardada por ahí, hasta que la encontré y la dejé a la vista para verla enseguida. No tengo idea ni de qué se trata, pero siendo del Oeste, yo creo que me gustará.
Ahora, con lo que dices que no es común que me guste esto, no sé si te refieres entre las mujeres o en general. Igual no he pillado a ninguna que le guste el Oeste hasta ahora...
Por último, te agradezco muchísimo el gesto, de verdad es algo muy bonito. Y voy a proponerte algo: si me gano alguno yo, te compro un libro también :)

Anónimo dijo...

Sé que suena medio machista, pero me refería a lo raro que es ese tipo de gustos entre las mujeres... Aunque tan tan raro no es, o no debe ser, porque, a parte de ti, conozco a un par de mujeres más que también tienen ese gusto o atracción por los disparos en las cantinas y por los barbones ágiles con el gatillo. Y... ¡acepto!... ¡claro que acepto tu propuesta! :)

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